Vino

(Lectura de 3 minutos)

Hay muchos elementos en la experiencia de un restaurante que pueden ser memorables y dignos de recordar, junto con algunos otros que pueden llegar a ser terribles e incluso estresantes.  Los menús llegan en sus diferentes formatos y formas, algunos con expresiones minimalistas y muy escuetas, tanto que es difícil saber lo que te van a servir en realidad, y otros con descripciones tan elaboradas y seductoras que es difícil elegir.

El proceso de seleccionar y elegir nuestras bebidas y platillos en un restaurante, es un reflejo directo de quienes somos en el mundo.  Si pedimos lo familiar y conocido, si vamos por algo atrevido y novedoso, o algo interesante y locochon…o algo con un poco de todo.  Cómo nos comportamos frente al proceso de selección al que nos enfrentamos al elegir unas cosas sobre otras de un menú, puede decirnos muchas cosas sobre cómo enfrentamos las situaciones en la vida.

Dentro de este contexto, un encuentro que siempre he encontrado particularmente curioso es el que tenemos todos con la Carta de Vinos.  Admitamoslo, prácticamente nadie sabe lo que está leyendo cuando la lee.  Las regiones de un país, las notas de cata, las comparaciones y premios, las metáforas, la poesía.  Todo suena muy lindo, sin embargo enfrentarse a ese tomo o listado con un montón de palabras y adjetivos de los que sabemos francamente poco, puede llegar a ser honestamente la parte menos cool de la noche.

Curiosamente, hay mucho espacio para hablar de la comida, todos hablan sobre ingredientes y cocción, los sabores y texturas, y si el conocimiento da para eso, se hace lo mismo con las bebidas. Sin embargo, la carta de vinos se presenta como un tomo pesado y desalentador, lleno de nombres que suenan más a novela fantástica que a bebidas. Merlot, Chardonnay, Sauvignon Blanc, Shiraz, cada uno con su propia historia y peculiaridades de personalidad. Palabras que a duras penas se pueden pronunciar, te esperan sobre la página, desafiandote a leerlas en voz alta.

Nos enfrentamos armados usualmente con nada más que lo que has escuchado decir a tus amigos sobre el vino en general, un poco de ingenio y un vago recuerdo de un meme que viste el jueves pasado. Te enfrentas a la lista de vinos con el peso de que elegirás lo que todos van a tomar durante la cena si es que comparten botella. ¡Zaz! Y todo lo que tienes para apoyar tu decisión son largos adjetivos y analogías con frutas, flores, hierbas y otros elementos naturales (como madera, cuero, tierra, mineral, sal, lluvia…o sea, cómo?). 

El vino es difícil de explicar incluso por aquellos que lo conocen bien, ¿dónde nos deja eso a nosotros, los simples mortales, cuando hay que elegir una botella de 30-50 dólares como si nada?  Y no solo hay que enfrentarse a un montón de términos, sino también, lo mas complicado de todo: el maridaje. El vino adecuado puede elevar una comida a una sinfonía, pero al contrario, pues pone la comida en todo “interesante”, por decirlo de alguna manera.

Debemos reconocer que muchos de nosotros, a pesar de nuestro bravado, navegamos la lista de vinos sin experiencia y a veces sin tener ni idea. La verdad es que uno debe ser muy aficionado para retener todos los detalles e información que rodea a una botella de vino. Hay tanto que considerar sobre cómo se hace, dónde, cuándo, cómo, con qué. Se necesita un interés honesto para recordar los detalles, pero ninguno de ellos importa realmente cuando solo buscas algo agradable. Así que hacer una buena elección podría ser más fácil de lo que parece.

Este baile alrededor de la lista de vinos revela una curiosa ironía sobre la naturaleza humana: nuestro deseo de parecer conocedores, y el valor de admitir nuestra ignorancia, aceptar con gracia que esta bien no saberlo todo y hacer preguntas, todas las preguntas y embarcarse con gusto en una curva de aprendizaje.  Admitir tu curiosidad o incluso tu confusión sobre el tema es muy liberador. 

Haz que se trate de aventura, de salir de tu zona de confort y probar algo nuevo. Se trata de reírse de los errores de pronunciación y abrazar lo desconocido. Una oportunidad para el descubrimiento y la sorpresa. Haz preguntas que realmente ayuden, como “¿qué sensación te da?”, “¿qué es lo que destacarías de este vino?”, “¿por qué crees que esta rico?”. Ve tan lejos como para preguntar si te darían una pequeña muestra para probar, muchos restaurantes lo hacen. Si no está disponible, bueno, ordena uno, ten fe y buena suerte.

Dejemos fuera el estrés de esto, si sabes lo que haces al ordenar, entonces ayuda a tus compañía a disfrutar de algo delicioso y memorable.  Si no tienes ni idea, entonces elige el del nombre bonito, la uva que recuerdas haber probado una vez y te pareció muy agradable, un país productor que nunca has probado antes, uno con una buena historia. Seguro que algo del vino que elijas valdrá la pena. El sabor, el momento, la risa, el disgusto o al contrario, la fascinación.  

Elegir algo es una mezcla de pretensión y honestidad, una serie de suposiciones y encuentros. Algunas acertar y probar algo que resulta ser maravilloso.  Y a veces no atinar y encontrarnos con algo que no era lo que pensábamos, y elegir reír mucho sobre nuestra apuesta fallida.  Es a lo que nos dedicamos a hacer en la vida todo el tiempo de cualquier manera.  Así que en nombre de eso, salud!

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