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Para algunas personas, los cumpleaños son una ocasión increíblemente importante y feliz. Celebrar el día en que llegamos a este mundo es para muchos uno de los días más importantes del año (si no es que el más importante). Para otros, es solo una fecha a la que no dan mucha importancia.
En todo el mundo existen muchas tradiciones para celebrar los cumpleaños; la mayoría de ellas incluyen regalos, canciones, abrazos, algún tipo de dulce y un ritual que acompaña su consumo. Con el paso de las décadas, a medida que nos hemos vuelto más globales e intercambiado herencias culturales, varias expresiones de celebración se han adoptado por casi todos lados. Este es el caso del pastel de cumpleaños.
Me llama mucho la atención cómo esta tradición no parece envejecer, nadie cuestiona su valor máximo en la categoría de celebraciones de cumpleaños y su ausencia casi que anula la ocasión por completo. Es increíble cuánto puede significar un momento con un dulce. Pareciera ser el momento culminante del año que acaba de pasar, y representa ya sea el “¡yay, otro año!” o el “uff, otro año más”.
Grandes, altos, cremosos, coloridos, dulces o súper dulces, hay de todo tipo de pasteles. Curiosamente, es algo que literalmente puedes tener en cualquier momento, te los venden aunque no sea tu cumpleaños, pero el pastel suele estar reservado para esta ocasión especial. Como si tenerlo en otro momento le quitara sus poderes mágicos.
A veces, la gente tiene un favorito de la infancia que anhela y come cada año, otros optan por una nueva aventura de la pastelería de moda, algunos terminan con lo que sea que estaba en el estante de última hora; quizás incluso un pay, un cupcake o helado, si eres rebelde. Y muchas veces se reduce a una rebanada de lo que sirvan en el restaurante donde estás celebrando.
Luego, generalmente con el pastel también viene la cantada, el momento incómodo donde rara vez se muestran habilidades naturales y es más una cantada de “ya que acabe esto”. Particularmente en los restaurantes, es difícil escuchar a tu familia o amigos cantar, y ni hablar de los extraños que se lanzan a una especie de show de talentos en medio de su turno de trabajo. La reacción del festejado es generalmente inigualable, ya sea de alegría y expectativa o de ligera molestia, ya que hay quienes no pueden tener suficiente atención y se sienten súper especiales y luego están aquellos que visiblemente solo desean desaparecer debajo de la mesa.
Durante casi 40 años, desde que comencé a celebrar algunos de mis cumpleaños en restaurantes, me han cantado de todo: fuerte, en susurros, bastante lindo y mayormente terrible. Cuando cantar no era opción, se reprodujo la correcta canción celebratoria en el sistema de sonido. Algunos lugares, supongo que podrías decir que hicieron un esfuerzo extra y me pusieron algún sombrero gracioso para la foto o se tomaron el tiempo para hacer decoraciones especiales. Pero lo que sin duda llegó cada vez fue una rebanada de pastel o su equivalente con algo encendido. A veces fue delicioso, otras no tanto (tristemente, la mayoría fue muy poco memorable). Muchas veces lo vi como uno de los postres en el menú, lo cual no es muy especial, pero ciertamente una apuesta segura. Usualmente el postre que eligen como impostor es el que podría pasar como pastel.
Es curioso que todos estos años hemos innovado tantas cosas en los restaurantes, hemos revolucionado y evolucionado muchos de los elementos de la experiencia gastronómica, pero esta parece ser una que no hemos logrado mejorar y nos hemos quedado con lo que siempre se ha hecho. La única actualización que el pastel de celebración ha recibido en la mayoría de los lugares en los últimos años es escribir en el plato el nombre del invitado o la ocasión y cambiar la tímida vela por una bengala gritona.
La verdadera calidad de un lugar se encuentra en los aspectos menos obvios, en los detalles menores a los que solo una dedicación honesta a altos estándares les prestará atención. En el caso de un restaurante, creo que dos de los mayores indicadores de cultura de la marca son el baño y el “pastel de cumpleaños” (en cualquier versión o formato que se presente). Estas dos cosas que se esperan, sin costo, en todos los niveles de precios o especialidades. El lugar literalmente puede presentarlos en la forma que elija siempre que los ofrezca. Por lo tanto, entrar en detalles de diseño o concepto, asignar recursos, darles pensamiento y atención, o incluso asignar un presupuesto, dice mucho sobre los principios por los que se construye y se gestiona el lugar. Si es intencional y cuidadoso o una idea de último momento, se notará.
Curiosamente, estos aspectos aparentemente menores o elementos accesorios de una experiencia, cuando se hacen realmente bien, o mejor aún, cuando se realizan de una manera única, podrían ser más memorables que la comida o las bebidas mismas. En cuanto a las fiestas de cumpleaños, encontrar una forma que encante a aquellos que desean toda la atención y la alegría del día especial, y también celebrar a los tímidos que aprecian el amor pero no tanto el ruido y el protagonismo, es importante.
Así que, por favor, todos pensemos en algo nuevo y especial. Resiste cantar la letanía sin chiste por 300ª vez, la misma aburrida canción con una rebanada de pastel para salir del paso. Idear una versión donde no solo reconozcas el hito, sino también demuestres la gratitud de que tu lugar ahora formará parte de la historia personal de alguien para siempre. Tu lugar será para siempre el lugar donde pasaron su X cumpleaños, siéntete orgulloso de eso y hazlo especial.
Independientemente de los sentimientos que uno pueda tener sobre envejecer, estar vivo ya es una razón para celebrar y alegrarse. Cada año, ya sea que haya sido genial o difícil, los cumpleaños son un recordatorio del tiempo pasado y del tiempo que viene. Deseablemente, es un día para la esperanza, para el propósito. Ponerle cariño al detalle que damos para unirse al ambiente festivo, es como dar un fuerte abrazo.
