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La idea de crear nuestras propias sodas en Kitchen San José del Cabo nació en nuestra primera locación, en Tulum; un lugar donde siempre estuvimos impulsados a innovar por nuestra ubicación en la selva y las divertidas limitaciones que este espacio imponía a las prácticas tradicionales de un restaurante bar.
Sin electricidad para refrigeración, preparábamos diariamente todo desde cero para el servicio del día. En la barra, esto incluía licores, jarabes, infusiones, cordiales y toda la preparación necesaria para crear recetas únicas. Esto también nos limitaba en cuanto a los productos que podíamos comprar si requerían refrigeración o almacenamiento fresco.
Aprender versiones artesanales de lo que necesitábamos, para producirlo nosotros mismos en pequeña escala y con buena calidad, se volvió la base de nuestra operación. Y terminó siendo nuestra cultura y la forma en que cocinamos y preparamos. Así que ya no es un tema de infraestructura o instalaciones, es la forma en la que nos gusta hacer todo lo que está en nuestros menús.
Por más de tres años, las sodas se convirtieron en uno de esos proyectos. Nos embarcamos en la misión de recrear sabores icónicos, inspirados en los clásicos, pero con un enfoque artesanal y utilizando ingredientes naturales. Nos obsesionamos con reproducir los sabores de cola, toronja, limón y naranja.
Todo comenzó con el desafío de crear una soda de cola, experimentando con caramelo para lograr ese característico color oscuro y el balance perfecto entre dulzura y amargor. Usamos un rústico anafre alimentado por leña: un método tan desafiante como gratificante. Mantener la flama constante mientras el caramelo alcanzaba la textura y humedad ideales requería paciencia y precisión. Fueron incontables las pruebas (y unas cuantas quemaduras en las manos) para aprender los límites y posibilidades de trabajar con melaza.
La investigación fue clave. Exploramos recetas tradicionales y experimentamos con aceites esenciales y óleos naturales como canela, limón, lavanda, cilantro y naranja, para replicar fielmente los sabores. Sin embargo, el método siempre fue prueba y error.
El sabor era solo una parte del reto; el color también era crucial. Nos tomó un año darle vida a la soda de toronja usando una reducción de jamaica que aportó un suave tono rosa, mientras que la soda de naranja obtuvo su vibrante color con extracto de zanahoria. Para nuestro “Sprite” artesanal, usamos una mezcla de limones amarillos y verdes, realzando su color con cúrcuma para mantener su esencia natural sin recurrir a colorantes artificiales.
Una vez que logramos el sabor y color, incorporamos tecnología para embotellar y carbonatar nuestras sodas de forma profesional. Adquirimos un tanque de CO2, válvulas especializadas, botellas de vidrio y una máquina taponadora. Fue un momento de lágrimita de emoción cuando abrimos la primera Chesko Cola y escuchamos ese “fffssssssss…” con burbujas juguetonas y un sabor delicioso (por cierto, va increíble con ron).
Uno de nuestros valores es: “sin prisa, pero sin pausa”. Nos tomó tiempo, pero no nos dimos por vencidos hasta lograr algo que con orgullo servimos en un vaso para ti. Ahora que lo logramos, ¡de verdad tienes que venir a probarlas!