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El desayuno es una de las comidas donde somos más peculiares, donde mantenemos muchos de nuestros rituales personales y disfrutamos de algunos de nuestros elementos culturales más profundamente arraigados. Es la comida en la que solemos ser menos aventureros y curiosos; de alguna manera, en las mañanas parecemos ser menos flexibles en lo que comemos y bebemos. Para la mayoría de las personas, hay algunos elementos que deben estar presentes siempre, de una forma u otra, y punto.
En la hotelería, es una de las comidas que exige más atención. Todos la quieren, todos la esperan y casi todos traen sus ideas fijas sobre lo primero que toman por la mañana, incluso cuando están de vacaciones. He tenido el gran privilegio de trabajar en diferentes países y también he tenido el aún mayor placer de viajar a muchos otros siguiendo mi insaciable curiosidad. Durante los últimos 25 años, he preparado, cocinado, servido, supervisado, gestionado y creado desayunos, y hay un elemento que ha captado mi atención en todas partes a donde voy, por trabajo o placer, y es el jugo de naranja. No solo el líquido, sino la relación que muchas personas tienen con él.
Entiendo completamente la posición permanente del café en el tablero del desayuno mundial, su efecto en nuestro sistema nervioso, su amplio espectro de sabor y posibilidades lo califican como un verdadero imprescindible. Sin embargo, no logro entender cómo el jugo de naranja se insertó como un elemento de necesidad casi obligatoria cuando nos referimos al desayuno, claro contando aparte los años de un excelente marketing.
Aclaremos que me encanta el jugo de naranja, ese líquido dorado con espuma tentadora, con un aroma cítrico de la piel, sabroso y juguetón en el paladar: dulce, ácido, ácido, umami suave, tan agradable. Es delicioso y refrescante y lleno de cosas buenas para tu cuerpo. Entiendo el deseo y el anhelo por él, de veras que si. Pero lo mismo ocurre con muchos otros jugos de frutas. Pero mi punto viene de haber visto que a la mayoría de las personas no les importa, o ni les interesa, tener un jugo fresco y recién exprimido, cuando toda la pasión que uno puede tener por él tiene sentido.
He observado a miles de personas dispuestas a tomarlo de cualquier manera que se presente, siempre y cuando esté allí, independientemente de su calidad o valor nutricional. Puede ser de horas o días almacenado en el refrigerador cuando ha perdido sabor, en versiones industriales de cartón que sabe a perfume, mezclado de un concentrado congelado para una experiencia más tipo beber pintura, o inclusive hacer fila para llenar sus vasos con un líquido que circula sospechoso en dispensadores de gran tamaño que nunca han tenido cerca de una naranja real.
Siempre me ha intrigado cómo las jarras de deliciosos, frescos y naturales jugos de piña, sandía o zanahoria se quedaban intactas junto a las docenas de jarras vacías de Minute Maid. He tenido que lidiar con adultos que reaccionan de manera absolutamente desproporcionada ante la ausencia de jugo de naranja en el desayuno. He sido testigo de rabia, incredulidad e inconveniencia total (berrinches si se llaman por su nombre) de clientes hacia restaurantes que se atreven a ofrecer desayunos sin jugo de naranja. Independientemente de las válidas razones que podrían ser la causa de esta ausencia, la gente no se toma bien cuando se les informa que no hay. Como si fuera una especie de poción mágica necesaria para la supervivencia o un componente requerido para asegurar un día feliz.
Concluí que al parecer el jugo de naranja es un elemento de confort, permite que el día comience con menos incertidumbre, una cosa familiar que podemos controlar, una decisión menos que tomar por hoy. Está al parecer decidido en conjunto que deberíamos, debemos o nos encanta tenerlo siempre a primera hora. Es como una Manta de Seguridad universal.
Empecé a preguntarme, ¿qué hay en la idea del Jugo de Naranja por la mañana que es tan difícil de soltar? ¿Cuáles son esas cosas que en algún momento parecemos haber llegado a supuestamente “necesitar”? ¿Qué elementos de nuestra vida nos descolocan cuando están ausentes? Además, y lo más importante, ¿de qué nos estamos perdiendo al enfocarnos en tener esta única cosa que ya conocemos, en lugar de estar abiertos a cosas nuevas? ¿Qué cosas dejamos de ver o experimentar mientras nos dirigimos directamente a lo que conocemos y nos resulta familiar? ¿Cuál era mi jugo de naranja?
Las zonas de confort, como el jugo, deberían ser donde nos quedamos solo cuando están frescas y nos nutren, lo que por definición significa que serán temporales. Cuando no estén accesibles como tal, no optes por la versión -ish o falsa de ella, mejor prueba algo nuevo. Sé audaz y aventurero y abierto a lo que sea que pueda sorprenderte, ten un pequeño triunfo cada mañana sobre tus propias obsesiones. Descubre qué pasa si te abres a tener algo diferente en tu vaso matutino.